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Alegraos en Mi Corazón

Somos las testigos agradecidas de un milagro.

Esto no es algo excepcional, sino la condición de todos los que en un momento de su vida entran en la lógica de Dios.

La historia de nuestra Orden arranca a principios del siglo XIII, cuando Francisco y Clara de Asís comienzan su aventura de seguir a Jesucristo pobre, casto y obediente. Para santa Clara y sus hermanas, además, con la peculiaridad de ser las “damas encerradas” que viven en su clausura el encuentro con Cristo Esposo en la contemplación.

Más allá de toda lógica humana, la Orden de las Hermanas Pobres de Santa Clara, con sus luces y sus sombras, ha permanecido a lo largo de los siglos en la Iglesia.

A principios del siglo XX el Corazón de Jesús invita a una joven del pueblo de Cantalapiedra (Salamanca), la que sería Madre María Amparo del Sagrado Corazón, a participar de la aventura de ser clarisa, y de una manera muy especial: fundando un monasterio en su pueblo.

¿Cómo se hace esto siendo ya monja en otro convento de clarisas, y siendo, además, demasiado joven, estando demasiado enferma, contando con escasos medios, con mucha oposición y con la conciencia clara de, como evidenciaban los hechos, ser más bien poca cosa?: Entrando en la lógica de Dios, que “derriba del trono a los poderosos para dar su gracia a los humildes”. Para animarla a esto Dios dispuso como pieza clave para la fundación al P. Juan González Arintero, dominico.

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Así, el treinta y uno de mayo de mil novecientos veinte se funda nuestra Comunidad con tres hermanas y una postulante. Comenzarían viviendo en una casita de la plaza del pueblo acondicionada como pequeño monasterio, que abandonarían cuando el número de religiosas demandase la construcción del actual, con capacidad para varias decenas de hermanas.

Hoy la Comunidad la formamos cincuenta y nueve hermanas , que hemos recibido como un gran tesoro la herencia de nuestra madre santa Clara como forma de vida en la Iglesia y el legado espiritual de Madre María Amparo. Nuestra vida contemplativa como clarisas y el espíritu y misión de nuestra Comunidad, más que ser explicadas con muchos detalles, podrían quedar reflejadas, entre otras, en estas citas:

“Ama totalmente a quien totalmente se entregó por tu amor” (Santa Clara) Carta de Sta. Clara

“Te considero cooperadora del mismo Dios y sostenedora de los miembros vacilantes de su Cuerpo inefable” (Santa Clara)

Sólo deseo una cosa y ésta la tengo siempre sin que nadie me la pueda arrebatar: dar gusto a Jesús, unirme con Él, servirle y procurarle toda la gloria que me es posible según mis fuerzas.” (Madre María Amparo del Sagrado Corazón)

Así, cada una de nosotras procura vivir con intensidad y agradecer el milagro de lo cotidiano en nuestra vocación, que es siempre obra de la gracia y que se sostiene sobre la misericordia de Dios, que mira nuestra pequeñez y que promete hacer en ella, como en la de María, obras grandes. Así lo dijo Jesús a nuestra fundadora, en las palabras que están estampadas en la columna del monumento al Corazón de Jesús que preside nuestro claustro:

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“ALEGRAOS EN MI CORAZÓN,

SEGURAS DE QUE DE CUANTO HAGA EN VOSOTRAS

SACARÉ MI GLORIA Y VUESTRA SANTIFICACIÓN”.