Centenario de la Fundación

Un Corazón vivo y palpitante, hoy

           

            Son ya cien años de camino recorrido en la casa del Sagrado Corazón, y no son cien años de una presencia estática, invariable, sino que, al ser una historia escrita por la mano de Dios, Él hace que esté viva, llena de ilusión y de amor, y repleta de sorpresas, de nuevos caminos que a veces no comprendemos enseguida, y en los que descubrimos el incansable deseo del Corazón de Jesús de buscar una y otra vez maneras nuevas de acercarse al hombre de hoy.

  Muchas cosas en esta comunidad son diferentes hoy a como eran en sus inicios, y también ha habido muchos cambios en la Iglesia y en la sociedad en los últimos cien años, pero más allá de las formas, y de las circunstancias de cada época, lo esencial permanece inmutable, y es lo que da sentido y orientación a este lugar: el Amor desbordante del Sagrado Corazón de Jesús por todos y cada uno de los hombres. Ha sido este Amor el que nos ha concedido a cada una de nosotras, religiosas de esta casa, el privilegio inmerecido de ser llamadas a ser sus esposas y a seguirle ofreciendo nuestras vidas, unidas a la Suya, por el mundo tan necesitado de Dios.

           

            Él sigue atrayendo -a menudo por caminos insospechados- a muchas almas a que vengan a la casa de su Sagrado Corazón a beber del torrente de gracias que brota de su costado. Nosotras tenemos el gozo de ver como numerosas personas (sacerdotes, religiosos, laicos, familias, grupos de parroquias o de movimientos), llegan hasta aquí y experimentan personalmente la cercanía del Corazón de Jesús, su derroche de gracias, y el don de su perdón y su paz. Y también sigue atrayendo a nuevas hermanasa consagrarse a Él, buscando ser descanso y recreo de su Corazón, y entregando su vida especialmente por la santificación de los sacerdotes y de las almas consagradas, como fue el carisma especial de nuestra madre María Amparo.

 “He querido y quiero manifestar en vosotras  
lo que puedo hacer en pobres y débiles criaturas cuando obro en ellas
No temáis; alegraos en mi Corazón,
seguras de que, de cuanto haga en vosotras, sacaré mi gloria y vuestra santificación”